El otro lado ...

 

DEL OTRO LADO DEL SUEÑO

En el sueño yo era un vampiro perseguido por algo sin cara, sin forma pero amenazante. Corría por un camino oscuro, húmedo, frío. Y no iba solo, me acompañaban otros dos de mi misma especie. No veía sus caras, sólo sentía sus miedos. Suponía unos ojos enormes, rojizos y lagrimeantes… como los míos.

Éramos tres vampiros solitarios que sin querer y sin darnos cuenta habíamos comenzado a escapar de algo que deseaba destruirnos. Ninguno de nosotros sabía de qué manera lograría esa fuerza someternos; lo que vislumbrábamos era una gran crueldad.

No sé cómo, ni en qué momento comprendí que nuestras mentes eran una sola. Temíamos, adivinábamos y dejábamos crecer el mismo pegajoso miedo.

En el sueño yo era un vampiro indefenso, tembloroso, asustado. Repentinamente, me vi a mi mismo en el cuerpo y en la cara de mis otros dos acompañantes silenciosos. El terror a ser alcanzados por lo ominoso nos unía en un silencio oscuro y pesado. Nuestros labios no podían separarse, la respiración se tornaba dificultosa porque el aire que entraba a los pulmones parecía no querer regresar afuera.

Paredes mojadas, olorosas y heladas se presentaron ante mis ojos, mis seis ojos rojos y lagrimeantes. Mis labios fríos y violáceos como lombrices se multiplicaban en seis; se entremezclaban y se retorcían ante mi imposibilidad de ordenarlos. En ese momento pude ver unas manos negruzcas y huesudas que intentaban sujetarlos con unas uñas largas… negras…

El horror me dominó, eran mis propias manos desconocidas por el sueño. Una sensación extraña recorrió mi mente, como un río de agua hirviendo las ideas acudieron a ella. ¿Qué era todo esto? ¿Dónde estaban los otros dos? ¿Por qué desaparecieron?

Forcé a mis ojos a agudizar su trabajo quería ver más! Las paredes mojadas y olorosas me mostraron un reflejo de algo repulsivo, del otro lado había un muchacho durmiendo en la paz de una habitación sombría.

Enseguida me di cuenta. Era yo mismo pero en el otro lado del muro que lentamente se iba alejando de mí.

Ya no hubo miedo…